Cooperativa de viviendas

Pese a lo breve de nuestra historia arquitectónica (o acaso y entre otras cosas por ello mismo) no hemos desarrollado relatos que la abarquen eficazmente con continuidad. Inexplicables vacíos aparecen en torno a hechos que si uno bien los mira, están muy próximos a nosotros en el tiempo. La incompleta compresión de nuestra historia disciplinar, en la que ostensiblemente prima el hacer por sobre la documentación crítica de ese hacer, es en sí misma una oportunidad para desarrollar un relato que encuentre voces propias para presentar con originalidad nuestra arquitectura.

Felizmente en el caso de la experiencia de la arquitectura del cooperativismo en el Uruguay, la ruptura no se ha llegado a producir. Un exhaustivo trabajo de investigación liderado por la Unidad Permanente de Vivienda de nuestra Facultad, integrando otros ámbitos académicos de la casa, ha generado una base documental importante, que sustenta una exposición que ha de presentarse en el ámbito nacional e internacional abarcando lo que resulta una etapa relevante y distintiva de la arquitectura nacional.

Fue hacia la década de los 70, cuando una generación de jóvenes arquitectos tomó en sus manos -seguramente y como suele suceder, sin ser plenamente conscientes de la trascendencia de su trabajo- el nuevo campo de actividad que, al amparo de la Ley Nacional de Vivienda, comenzaba a desarrollarse por entonces. Visto con perspectiva, no deja de sorprender el valor de lo producido en cuanto a proyecto, construcción y reflexión en aquel período, de modo continuo hasta la suspensión que se impuso en el período dictatorial.

El cooperativismo, y en particular sus arquitecturas, pronto lograron formular respuestas integradas a problemas. Superando el riesgo de enfoques unidireccionales (que apuntan excluyentemente a la productividad, o la renta, o la eficiencia, o a lo social), la arquitectura del cooperativismo pudo amalgamar aspectos técnicos, económicos, sociales y culturales, para integrarlos, de modo razonable y pragmático, logrando que ninguna dimensión resultara subsidiaria sino que, por el contrario, se alternaran en la guía de los procesos, en la toma de decisiones.

La producción, se generó en un clima efervescente, que propició e impulsó un clima pujante de compromiso y entusiasmo, habilitó una producción de evidente calidad arquitectónica, rica en lo tecnológico y lo conceptual, con propuestas innovadoras en lo constructivo, en lo tipológico y en la construcción de ciudad. Y reconoció la importancia de la participación de los cooperativistas, integrándola adecuadamente desde el inicio mismo de los procesos de proyecto.

Estos procesos, desarrollados en un marco de trabajo interdisciplinar, tienen como actores principales a un conjunto de arquitectos disciplinarmente cultos, informados, actualizados. Con enorme capacidad de concebir integralmente la arquitectura, fueron capaces de ofrecer soluciones tanto a casos particulares como a participar en la construcción del habitar colectivo en la ciudad.

Quienes tuvimos la fortuna de vivir aquella época como estudiantes, y vivir la marcha de los trabajos, llegamos a creer que era natural la calidad de la arquitectura que se producía. Tardamos en entender lo excepcional del momento. La calidad de las propuestas se mantiene; las polémicas acerca de la vivienda como problema complejo y su papel en la construcción de ciudad están abiertas y siguen siendo estimulantes. Afortunadamente la muestra “COOPERATIVAS DE VIVIENDA EN URUGUAY. Medio siglo de experiencias.” las presentará con rigor elocuente a nuestros tiempos.

Submarcas-v

Publicado por | 25 de junio de 2015 - 12:28 | Actualizado: 24 de julio de 2015 - 12:41 | PDF