ESCUELA EXPERIMENTAL DE MALVÍN

Las palabras que se transcriben responden a los
Conceptos vertidos por el Arq. Scasso en la entrevista
Que a los efectos se le efectuaran.

… “Porque la escuela, en mi vida profesional, está antes que el Estadio, allá por el año 1928. El grupo nuestro había terminado hacia el año 15 y hacia el año 16 obtuvimos el título. Yo empecé al igual que todos los arquitectos a esperar al cliente. Después me fui dando cuenta que la actitud del arquitecto no debe ser la del hombre expectante, no puede esperar a que lo vengan a buscar, tiene él que abrirse camino, si no no cumple con la sociedad. Si está esperando al cliente no puede hacer nunca la vivienda para la multitud que lo necesita, si está esperando que le toque hacer una escuela no va a llegar el momento de hacerla y así sucesivamente.
De modo que yo les exhorto a ustedes a pelear para poder actuar, a abrirse camino y después ejercer la profesión.

Con la escuela hice así. Era por el año 27 o 28, no había absolutamente nada que hacer, era una época de crisis.
Había que abrirse camino de alguna manera…

Si el Estado alquilaba casas viejas para usarlas como escuelas, cosa que todavía hace, cabía pensar en construir edificios especialmente concebidos para luego alquilarlos. Propuse esta idea en la Dirección de Escuelas, donde tuvo aceptación. La primera realizada en esta forma fue en el Manga, sobre el camino Maldonado. Me planteé entonces el dilema de cómo debería ser. La escuela, me dije, debe abrirse hacia el exterior, en lugar de las pequeñas ventanas verticales empleadas hasta entonces, planteé las ventanas horizontales, de modo que los niños, uno al lado del otro, pudieran ver hacia afuera en una extensión grande, volcando la naturaleza hacia adentro. Si el niño no pudiese salir debido al mal tiempo, siempre estará mirando hacia afuera. Y frente a esa naturaleza se da la clase. La escuela estaba en contacto con el suelo. Hasta entonces las escuelas se habían hecho con escalinatas, eran monumentos con la escuela adentro.

Hacemos pues la escuela, se inaugura y al volver a ella al poco tiempo me encuentro con que la maestra había pintado de blanco los vidrios. Sostenía que era necesario aislar la clase del exterior, pues los niños se distraían mirando hacia afuera. Y esa era precisamente la peor critica que podía hacerse de aquel sistema pedagógico pues significaba que era más interesante lo que ocurría afuera.
Propuse entonces dar las clases afuera pues el terreno había sido preparado a tales efectos.

La 2ª escuela de este tipo fue realizada a iniciativa del Dr. Lamas en Olmos. Luego a iniciativa del Dr. Inocencio Vera se construyó otra en Maroñas en calle Basares.

Llegamos así al año 1928. Por entonces actuaba el Dr. Ghigliani diputado, hombre totalmente volcado a la cultura, fundador del SODRE. El Dr. Ghigliani con la colaboración de una maestra extraordinaria que se llamaba Olimpia Fernández, había formado una comisión de escuelas experimentales. Esas escuelas experimentales iban como su nombre lo indicaba a poner en práctica en paralelo con la escuela oficial, los sistemas Montessori y Decroly de la nueva pedagogía. Dicha comisión me encomendó la realización de una escuela en Malvín que se adecuase a los requerimientos de las nuevas tendencias pedagógicas.

Yo tenía idea de que el arquitecto no podía hacer, como veíamos que se hacía, un edificio clásico y poner dentro de él un Banco, una estación de ferrocarril, una Agencia de Correos, etc. La forma debía ser funcional, en lugar de impuesta pues para que un órgano funcione debe estar en condiciones de poder ejercer esa función.

Nuestra generación había tomado conciencia del movimiento moderno a través de publicaciones y de viajes al extranjero, utilizando becas de estudio. Yo tuve de esta forma, oportunidad de viajar a París por dos años. Tomé conocimiento de que en el norte de Europa había un movimiento interesante. Lo que hacían los holandeses y los alemanes era una Arquitectura diferente.

Tuve además noticias de lo que Le Corbusier estaba predicando. Yo entré a la arquitectura moderna llevando por el deseo de estudiar el urbanismo, porque ese concepto del urbanismo fue abriendo en la Facultad el campo de acción. Nuestra Facultad en el año 1920 empezó con una clase de urbanismo y me tocó darla a mí. El urbanismo le dio otra dimensión a la arquitectura. Ya no era más un volumen aislado como se pensaba hasta entonces. Era integrar un volumen a un conjunto de edificios para, a su vez, formar con ellos un conglomerado. Volvemos a Malvín. Empiezo a hablar con la maestra Olimpia Fernández de lo que ella llamaba “la escuela de la ida por la vida”. Se trataba de una especie de sistema decrolyano pero adaptado a nuestro país.

Los sistemas pedagógicos europeos estaban preparados para chicos que eran más atrasados que los nuestros. Aquí había que modificarlos porque el niño, desde que debuta en la escuela es extraordinariamente vivaz.. con estas ideas comenzamos a trabajar en la escuela. La proyecté con la particularidad de estar dividida en pabellones en contacto con la naturaleza.

En lugar de la escuela para el gran número de alumnos la planteamos a la escala del niño y del pequeño grupo. Estos pabellones se iban articulando unos con otros, previéndose un área para el edificio de servicios generales que se realizó posteriormente y concediéndose una importancia extraordinaria a los espacios libres. El salón de clase estaba constituido de la siguiente manera: no ya el salón rectangular, el salón profundo con la maestra al frente y los bancos que se iban extendiendo hacia el fondo, como en la escuela clásica, sino el salón cuadrado, con total libertad en la disposición de los bancos individuales. Todo lo que tenía pared llena, eran pizarrones a la altura del niño de modo que todos dibujaban o escribían al mismo tiempo, pues el sistema pedagógico así lo establecía. El salón era completamente vidriado de un lado pero uno de los ángulos se abría hacia afuera. Los niños se reunían allí en la hora del cuento para vivir el tránsito de la realidad a la cosa maravillosa, mágica de los cuentos de hadas. Cada salón tenía, además, su estufa, porque el fuego era otro de los centros de interés para trabajar con los chicos. Los útiles se guardaban en unas salas pequeñas y el guardarropa estaba ubicado debajo del parapeto de la galería. Los pabellones estaban organizados en dos plantas y los niños no bajaban por la escalera a la planta baja, sino que lo hacían por toboganes, era una alegría extraordinaria, era un afán de subir y bajar permanentemente.

Se iba tendiendo hacia una enseñanza completamente humanística y universalista, abierta hacia el exterior y ése era el fermento que la escuela experimental iba agregando a la escuela oficial.
Mas adelante el Dr. Ghigliani entusiasmado con esta primera experiencia consiguió dinero de la donación Salvo, para hacer el pabellón de los servicios generales. El trabajo del pequeño grupo de las clases tenía que ser completado por la asociación de todos los niños. La escuela se integraba en sí misma y con la colectividad.

Porque esta escuela era una escuela del barrio, fue una de las primeras que concentró a su alrededor a los padres y la primera que brindó espectáculos para la propia localidad. Este pabellón tenía en la planta alta una sala de espectáculos con pórticos que se acusaban exteriormente pues esa arquitectura quería ser veraz y consideraba que lo constructivo era bello.
Terminada la escuela de Malvín comencé a trabajar en el proyecto para la escuela de Las Piedras.

El sistema pedagógico era diferente. Se contaba con muy pocos recursos. La situación de la escuela en nuestro país iba empeorando, estábamos en el año 1931, acercándonos a la crisis del 32 y al golpe de Estado de 1933 y ya los problemas culturales iban quedando de lado. La escuela se planteó con pabellones estructurados con tres ambientes: el aula, el laboratorio, el taller. El aula era la expresión abstracta, el laboratorio la preparación y el taller, la expresión concreta pasando el niño de uno al otro. Quiere decir que a lo largo del día se triplicaba casi la escuela porque no quedaban salones vacíos, sino que iban sucediéndose distintos turnos. Al pasar el niño del aula al laboratorio y al taller el horario escolar no sólo se acortaba sino que se hace mas interesante.

Los grupos se dividían en el de los labradores, los cazadores, los agricultores y por último los artesanos, según los distintos grados del desarrollo de la civilización de los pueblos. La escuela iba provista además de un pequeño jardín botánico y de una laguna, elementos necesarios para que la maestra pudiera objetivar la enseñanza y, además, iba a completarse con una sala de actos y un comedor.

Al haber muchos chicos en Las Piedras el comedor lo imaginé como una gran jaula de cristales, con una forma abierta similar a una estrella. Es interesante observar cómo dentro de la modestia del planteo, cambiando los techos de modo que tuvieran pendientes hacia lados opuestos, se lograba una cosa muy interesante, muy variada, muy movida y relacionada con el lugar.

La sustitución del block único de edificación, es decir el gran cuartel donde está la escuela metida adentro, por pabellones aislados se hizo con el objeto de que las clases trabajen en mejores condiciones didácticas, que hayan mejores y más prácticas vías de circulación para que no presentase inconvenientes (reunir los niños en los campos de juego, comedor, sala de actos, etc.) es una concepción que empieza a abrir camino en la construcción de edificios para escuelas comunes acompañando mejor el desarrollo de una educación social y dinámica. A raíz del golpe de Estado del año 1933 se suprime a estas escuelas el carácter de experimental y se las obliga a entrar dentro del carril de la escuela oficial. Lo que duró todo esto y las consecuencias que tuvo no mas corresponde a mí decirlo pero pienso que fue un germen interesante en la arquitectura escolar, aun cuando andando el tiempo ha sido superado y mejorado.

Las escuelas de hoy se hacen con el criterio de vinculación a la comunidad, al paisaje y de acuerdo a la escuela del niño”…