China es China
Por Adriana Barreiro Díaz (Docente del Grupo de Viaje 2013)
Parte del Grupo llegó ayer a China – un “ayer” que para nosotros es hoy. Otra parte está llegando ahora – un “ahora” que, considerado como fecha en el calendario, aquí será mañana. Esos meros desencuadres temporales, cuando vistos desde nuestra baldosa, aunados al desconocimiento sobre los procesos, y sobre las motivaciones que a dichos procesos dieron lugar, coadyuvan a que mucho de lo que refiere al Oriente nos resulte singular, para decir lo mínimo. En ese marco, el país que como tal detenta la mayor cantidad de población en el Planeta Tierra, impacta. Impacta y también desconcierta.
Solemos tener, como especie, como animales, como seres con ánima y animosidad, que nos permiten movernos por nuestro propio impulso —puesto que, por ejemplo, no dependemos del viento para mecernos—, el hábito de, antes de tomar decisiones y emprender las acciones a las que las mismas conllevan, comparar. Aún cuando sabemos no es pertinente, comparamos. Pero China es incomparable. De hecho, casi todo es incomparable, máxime desde una perspectiva sociológica —o al menos lo es cuando lo otro con lo que comparamos es de un orden distinto—.
“Las peras son peras, y las manzanas son manzanas”, tal como las <x> ó las <y> en las ecuaciones de segundo grado. Podré manifestar hacia cuál de las frutas se orienta mi preferencia pero, aún siendo ambas frutas, la tersura de sus pieles, la forma de las mismas (forma de pera no es forma de manzana), las diferentes arenosidades que percibimos a la hora de morderlas, la variedad en los colores y en los aromas, así como el brillo que una de ellas puede alcanzar y la otra no tanto, si nos conducimos con rigurosidad, hace que resulte casi imposible el compararlas: porque son distintas, porque cada una de ellas es única.
Y China es China … La misma de “andate a la China, mirá!”. Un país, y también una nación, que nos desafía en lo que refiere a “lo escalar”, que nos asombra por su historia milenaria, por las tradiciones ancestrales que con tanto recelo mantienen – puesto que preservarlas hace a la propia identidad, y a la reproducción societal en un proyecto cultural, económico y político (dicho ello en estricto orden alfabético) que remite a la vigencia del paradigma comunista en el continente asiático.
La escala de a ratos se nos pierde. O nosotros nos perdemos en la escala.
La Plaza de Tiananmen, que significa Plaza de la Puerta de la Paz Celestial, y cuyo nombre original era Chengtianmen: refiriendo a la Puerta de la Sucesión Celestial –muy sutil la diferencia, pero vaya que también muy significativa– tiene un área total de 440.000 metros cuadrados.
La Gran Muralla China recientemente se descubrió mide más de lo que se creía: 21.196 kilómetros[*] … más de veinte mil kilómetros, sí! Pensemos lo que sería caminar entre los dos puntos de mayor distancia de nuestro país, y multipliquemos. Imaginemos lo que implicó construir, con esa extensión además, una muralla que llega a alcanzar los 8 metros de altura y a tener 6 metros de ancho en su base. Más aún, imaginemos lo que implicó el construirla cuando fue construida: con las técnicas, las herramientas, los recursos humanos y las formas de traslado de materiales característicos del período comprendido entre los siglos V y III antes de Cristo.
Lo del título: China es China.
Ahora toca no compararla, pero sí valorarla. Y hacerlo a partir de su acervo, del aggiornamiento que diera lugar a políticas alternativas, y del poderío de un pueblo, de base eminentemente campesina, muy sufrido y, tal vez por eso mismo, muy proclive a desplegar sus colores. Es la República Popular de China.
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[*] – Tomado de: http://sp.rian.ru/science_technology_space/20120606/153974362.html en fecha 28Mayo013.
Publicado por Adriana Barreiro Díaz | 28 de mayo de 2013 - 19:59 | Actualizado: 1 de junio de 2013 - 15:52 | PDF