Platón para todos
Por Pablo Kelbauskas (Docente del Grupo de Viaje 2013)

vitoria

La idea de estructuras abstractas, basadas en geometrías puras y por tanto discernibles como entidades acabadas, tan caras para el modo de pensar renacentista, alcanza posteriormente al mundo de los espacios colectivos de las ciudades y marca un punto de inflexión en la historia de lo urbano.

El encuentro entre “lo público” en las ciudades y la Ilustración —en tanto fenómeno cultural— es lo que intentaremos proponer como cristal tras el cual mirar algunos objetos.

En Europa sólo casos aislados, como el de la ciudad veneciana de Palmanova, concretarían el experimento de ciudades completamente proyectadas. La máquina defensiva sería una buena excusa para poner en práctica la “ciencia” y su geometría, al servicio del “orden”. Habría que esperar a descubrir nuevos mundos empero para una aplicación masiva.

En general este paradigma de lo urbano, por tanto, se aplicó en ciudades con procesos de consolidación avanzados, lo cual no hizo más que complejizar la concepción y materialización de las operaciones. Resultan, en la mayoría de los casos, intervenciones parciales que deben ajustarse a situaciones existentes, es decir, en conflicto con su propia naturaleza: la de unidad ideal, autónoma y completa. Platónica.

Las plazas españolas de Madrid, Salamanca y Vitoria–Gasteiz son ejemplos emblemáticos de esta voluntad de resolver en una sola operación el espacio abierto y la edificación que lo conforma, de manera de constituir una unidad indisoluble y claramente resultado de una operación intencionada.

En particular interesa aquí reseñar la menos conocida de las tres, la Plaza Nueva (o de España) de Vitoria–Gasteiz, obra del arquitecto Antonio de Olaguíbel, de 1782. Y por dos razones: una importante, otra anecdótica. La primera: constituye, junto a otras intervenciones, la llave para el crecimiento de la ciudad fuera de las murallas medievales, resolviendo hábilmente una compleja situación altimétrica y de edificaciones existentes, por lo que ilustra de forma elocuente y con calidad destacable esta tensión entre ideal y realidad. La segunda: Aurelio Lucchini la vincula al Cabildo montevideano en sus genealogías.

La plaza, claramente discernible como organismo ajeno a la trama del casco medieval “almendrado”, se complementa con un conjunto de espacios abiertos y edificaciones que resuelven la transición planimétrica, entre las calles irregulares existentes y la trama regular del ensanche, y altimétrica, ya que veinte metros separan unas de otra. “Los Arquillos” y la “Plaza del Machete”, de 1794, son un sistema de plaza y galerías en dos niveles, que construyen la continuidad del espacio público entre ciudad nueva y vieja. Ayudan a vincular física y visualmente una y otra entidad, asumiendo pautas de ambas y, por tanto, el rol de pieza intermedia, en términos geométricos y de escala.

Lejos de ser historia, se trata, a mi entender, de cómo las ciudades crecen, incorporan otros usos y necesidades simbólicas, y artefactos de naturaleza totalmente nueva, desafiando a las herramientas y las destrezas de quienes las piensan.

Nada más actual.

Publicado por | 11 de noviembre de 2013 - 23:01 | Actualizado: 11 de noviembre de 2013 - 23:01 | PDF